MR (I)

¿Músculo?... ¿qué más?
No señorita, no, músculo no, Muscleto, Muscleto Revollo.
Perdone usted señor Revollo.
No se preocupe... y llámeme Muscleto, si lo desea.
No se si debo, podría ser su secretaria en un futuro.
Uy, no creo que pase la entrevista, es la cuarta este mes.
Le diré al profesor Tante que está usted aquí.
Gracias señorita....
Espe, llámeme Espe.
Entonces... gracias señorita Espe.
De nada doctor Muscleto.

¿Ven ustedes?, así ha sido siempre mi vida... Se ha de comprender la animadversión que sentí hacia mi propio nombre todas aquellas veces que tuve que enfrentarme a la dichosa preguntita: ¿cómo dice que se llama?... ¡Ande a la porra, señor mío!

Qué mal despertar debió de tener mi santo padre el fatídico día que acudió al Registro Civil para inscribirme en él. Y miren ustedes que mi amada madre había sido clara: Anacleto, llámalo Anacleto. Sí, de acuerdo, Anacleto tampoco es un nombre especialmente bonito, lo sé pero... Ha de saberse que el mal día de mi padre no terminó, propiamente dicho, en el Registro, no no, para nada, más bien terminó al salir del edificio. Allí mismo murió, atropellado por el 56, el autobús a Villaverde. Habrase visto modo más incivilizado de morir... Uno podría pensar que Dios existe y que le castigó por el olvido, o la mala fe, o vaya usted a saber... quizás me llamó así porque quería morir y sabía que poniéndole ese nombre a un hijo, ¡tenía castigo divino asegurado!. La declaración del fallecimiento fue recordada, en la sección tercera del Registro: Defunciones, como una de las más rápidas en la historia del lugar. La declaración del nombre del neonato, en la sección primera, la de Nacimientos y general, también fue recordada... Yo, que me crié sin referente paterno, lo que más sentí siempre fue no poder preguntarle a mi padre porqué me hizo el feo de llamarme Muscleto...

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